dimecres, 4 de juny del 2014








Jasón Epstein, autor de “Las transformaciones de la indústria del libro” (2001), deia quan molts asseguraven la defunció total del llibre: 

‘Los libros como objetos físicos no desaparecerán para ser reemplazados por señales electrónicas que se podrán leer en pantallas portátiles de cristal líquido. Tampoco perecerán las librerías. Pero de aquí en adelante coexistirán con listados multilingües bien surtidos de textos digitalizados procedentes de múltiples fuentes, tal vez “etiquetados” para facilitar su consulta, y difundidos electrónicamente. Los lectores de esos listados en sus ordenadores personales podrán transferir los materiales que seleccionen a máquinas capaces de imprimir y encuadernar ejemplares únicos, según demanda, en innumerables sitios remotos y quizá, finalmente, hasta en sus propias casas. Tales enclaves pueden ser un quiosco en la esquina de mi calle de Manhattan, mientras que los lectores de la cabecera del Nilo o de las estribaciones del Himalaya tendrán un acceso similar al saber del mundo en los quioscos que tengan cerca. La tecnología adecuada, en embrión, ya está disponible y yo la he visto. No se puede eludir el futuro que entraña. Lo aguardo con curiosidad y ansia‘.

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