Jasón Epstein, autor de “Las transformaciones de la indústria del libro” (2001), deia quan molts asseguraven la defunció total del llibre:
‘Los libros como objetos físicos
no desaparecerán para ser reemplazados por señales electrónicas que se podrán
leer en pantallas portátiles de cristal líquido. Tampoco perecerán las
librerías. Pero de aquí en adelante coexistirán con listados multilingües bien
surtidos de textos digitalizados procedentes de múltiples fuentes, tal vez
“etiquetados” para facilitar su consulta, y difundidos electrónicamente. Los
lectores de esos listados en sus ordenadores personales podrán transferir los
materiales que seleccionen a máquinas capaces de imprimir y encuadernar
ejemplares únicos, según demanda, en innumerables sitios remotos y quizá,
finalmente, hasta en sus propias casas. Tales enclaves pueden ser un quiosco en
la esquina de mi calle de Manhattan, mientras que los lectores de la cabecera
del Nilo o de las estribaciones del Himalaya tendrán un acceso similar al saber
del mundo en los quioscos que tengan cerca. La tecnología adecuada, en
embrión, ya está disponible y yo la he visto. No se puede eludir el futuro que
entraña. Lo aguardo con curiosidad y ansia‘.
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